Ulises Irigoyen nació en Satevó el 2 de enero de 1894. Salió de la sierra chihuahuense para iniciar sus estudios en el Colegio Palmore de la ciudad capital del mismo estado, luego completó su educación como contador en Estados Unidos. Sus padres fueron juaristas y lerdistas. Ulises heredó la ideología anti porfirista y fue simpatizante de Venustiano Carranza, por lo cual tomó parte activa en el constitucionalismo. Entre los cargos públicos que ocupó están el de jefe de aduana, secretario de la Cámara de Comercio (estos dos en Ciudad Juárez), oficial mayor de Hacienda y director de Ferrocarriles, Tránsito y Tarifas. En el libro Origen de Mexicali (Universidad Autónoma de Baja California, 1991), Adalberto Walther Meade afirma que Irigoyen era “de clara inteligencia y dotado de un entusiasmo poco común”, y que su personalidad “pertenece a la de ese tipo de hombres que […] logran hacer prevalecer sus ideas a pesar de los prejuicios y en contra de los intereses creados”. Una prueba de ello es su insistencia en el perímetro libre, acuerdo comercial que rindió frutos en Tijuana, Ensenada, Mexicali, Tecate y San Luis Río Colorado. Irigoyen también impulsó de manera importante la obra ferrocarrilera, con beneficios para Sonora y Baja California e incursiones notables en la sierra Tarahumara.

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Además de los textos que atañen a las funciones que desempeñó, Ulises Irigoyen se dio tiempo para dejar registro escrito de aspectos cotidianos, episodios biográficos y anécdotas de lo que vio y vivió en México, Estados Unidos y Europa. Su estilo no era de lo más limpio, pues luego de escribir nunca volvía a las hojas para pulir sus palabras. No obstante, se le considera un precursor de la literatura en la frontera. Su obra se compone de Caminos (1934), Anécdotas biográficas del educador chihuahuense Mariano Irigoyen (1941) y El coronel Ahumada: gobernante educador (1942). El Gobierno Municipal de Ciudad Juárez, en la administración 2004-2007 junto con la Dirección General de Educación y Cultura, publicó en 2005 La obra literaria de Ulises Irigoyen y José López Bermúdez, cuya compilación fue realizada por José Manuel García-García. Dicha publicación es el tomo V de la Colección Precursores. Bajo el título Nostalgias (1924-1943) García-García retoma algunos textos de Irigoyen y, rebautizándolos, los reúne en 135 páginas. En ellas, el lector podrá enterarse de episodios de vida infantil, de sus experiencias de viaje, así como de ideas en el terreno de lo filosófico, del tiempo, de la vida y de la muerte entre otros temas. Ejemplo de lo anterior es cuando en “Historias de la abuela” afirma que nuestros años y centurias, con lo que medimos las obras, no son sino “migajas de la eternidad”. En “La visita” se refiere a la muerte y la vida cuando escribe: “llegar al segundo infierno, más benigno que este, al que llegamos sin nuestro consentimiento y del cual después da miedo salir”.

La calle Ulises Irigoyen recorre la popular colonia Chaveña a lo largo de dieciséis cuadras. En sentido sur a norte, inicia en el cruce con bulevar Municipio Libre, cruza “los Herrajeros” y, luego de ocho cuadras, se ve interrumpida en el espacio ocupado por el IMSS; después continúa para terminar en el parque igualmente llamado Chaveña. El grueso de la gente que la transita se concentra en el mercado también llamado de los Cerrajeros, donde compradores y vendedores atienden a una distinta modalidad de lo que Irigoyen entendía por libre comercio. Derechohabientes y trabajadores del IMSS caminan por los cortes, las esquinas donde la vía fue segmentada sin poner mayor interés en las placas. El parque incluso en fin de semana tiene pocos visitantes.

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Ya se ha hablado en este mismo blog de la indiferencia que muchos habitantes tienen respecto a por qué una calle lleva determinado nombre o quién fue tal personaje, pero no siempre se da el caso. Valga como ejemplo el siguiente testimonio: El edificio cuya fachada da a la calle Libertad, y que ahora es la preparatoria “Hermanos Escobar”, sirvió hace décadas como escuela primaria; se llamaba “21 de agosto”. La parte posterior de la construcción tiene un portón cuya salida conduce a la U. Irigoyen, según muestra la placa. En la esquina, un vendedor de raspas se gana el sustento. Los niños salen, compran una de fresa, una de uva… un estudiante de primer grado voltea y lee: “U. Irigoyen”; ¿de qué será la U? Pide su raspa de coco y regresa al patio escolar. Ya en el aula, pregunta a su maestro: “¿Qué es la U?, Pues una letra, Pero la U de afuera que va antes de Irigoyen, Esa U significa Ulises”. El asunto no va más allá, probablemente maestro y niño morirán sin conocer la biografía del de Satevó; a menos que, como en la segunda ley de Newton, exista una fuerza que los haga variar su rumbo. Para algunos mortales, esa fuerza es Juaritos Literario.

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Joel Abraham Amparán Acosta